Islas Malvinas, Puerto Argentino, 2 de Junio
Querida Ana María,
Te escribo desde estas lejanas y tan queridas islas, habiendo cumplido ya “largos 52 días”, todos de intenso ajetreo, no solo por los compromisos ineludibles impostergables de trabajo, y que no son propiamente caminos que es mi especialidad; si no también debido a las condiciones meteorológicas reinantes: lloviznas casi constantes, heladas, fuertes vientos y por si no fuera poco también por las comunes alertas rojas. Muchas veces no nos dan alerta y te juro que, escuchar cuando dispara un cañón Naval a 10 km, sentir el silbido penetrante y agudo de la munición de carga hueca, o explosiva o instantánea o con retardo de horas, cuando viene en el aire te crispa terriblemente a los nervios, sumiéndote en una profunda angustia hasta saber dónde cae y explotar. Como tiran andanadas de entre cinco a veinte cañonazos, aproximadamente cada dos o cuatro segundos, en forma de abanico, las sucesivas explosiones nos van dando una vaga idea de cómo viene la mano ¿me entendés? Te aseguro que todo esto es indescriptible. No lo podía imaginar hasta ahora que lo viví y vivo en carne propia. El espectáculo es muy aterrador de noche porque se ve el clásico relampagueo cuando disparan, y otra vez, a unos pocos segundos, cuando las bombas llegan a su destino que somos nosotros. Cuando hay niebla todo es muy terrorífico. Idéntico efecto aterrador ofrecen las balas trazadoras de las armas pesadas y el fulgor de las cohetes tierra-aire en la boca de pieza, es decir, cuando les disparan a los Sea Harrier.
Bueno, hermanita, o simplemente mi vieja amiga, dicho y sentido con mi mejor espíritu fraternal ¿aceptás mi franca propuesta? Ojalá entiendas. Continuando, quiero decirte que aparte de todo lo que ya te conté y atento a que ya llevamos más de cuatro días con intenso tiroteo de armas livianas y disparos de armas pesadas de hostigamiento, pues ellos ya están a menos de diez kilómetros (y no es pavada). Yo estoy sobrepasado por eso no quiero seguir hablando más del tema.
Ojalá que salgan las fotos y diapositivas que saqué aquí para que las veas, una vez que esta pesadilla amarga y doliente se termine. Las podremos ver con lujo de detalles, junto con mi relato, día a día, allá en el continente.
Puedo decirte que soy consciente que la situación es sumamente crítica más aún cuando se es casado con tres hermosos gurrumines (de 5, 4 y 3 años) con 37 años encima. (Ya ves que me gusta poner todas las cartas sobre la mesa, no me gusta crear falsas expectativas ¿ok?)
Trato de pensar que no es más que un sueño amargo esta dura situación. Pero no logro “escaparme.” ¿Me comprendés que sobre este tema no puedo escribir a mi esposa para no amargarla más de lo que ya está? ¿Me comprendés? ¿Puedo conversar con vos como alguien de mi más sincera confianza? Y si así fuera y me contestás cuanto antes, encontraría una forma de desahogarme. ¿Lo vas a hacer, linda? Lo de linda es un “piropo” que me salió de adentro y sin la menor intención de ofenderte. Volviendo a la carta del 13 de mayo del 82 te digo que ya la releí trece veces (aparte de la primera vez); que es la primera tuya que recibo, que tu marcador lo llevo encima, en mi bolsillo derecho junto a mi corazón y con la estampita del rosario de don Orione. No tengo tu foto. ¿No me contás algo sobre vos? Por lo que me contás sobre vos, yo te conozco mejor de lo que pensás. ¿Qué no lo creés? Ya nos veremos ¿Ok?
Otra: no necesito nada en especial, solo apoyo moral y si me escribís, agrega una hoja de papel con algo tuyo para que yo pueda encontrarte en el día en tu hoja. Sobre tu amistad te aseguro que es lo más lindo que puede existir cuándo es franca y sincera (como nosotros). Bueno, ya es muy tarde y no tengo más papel. Por favor, escríbeme pronto y si no sos celosa, estaría muy agradecido que tanto Alicia como Patricia (que son las dos hermanas de ella, una ya falleció) o con quien consideres tú me escribiera para salir con la mente un poco de acá.
¡Muñeca! Recibe mi más cálido, sincero, afectuoso y fraternal de mis besos, de este argentino orgulloso de ser tal que, como voluntario vino a defender lo suyo que es nuestro.
Alberto
PD: perdona mi letra, pero todos estamos alterados, cansados, ya no tenemos descanso reparador durante las veinticuatro horas como sabrás comprender. Gracias ¡Te espero!
Tuyo, Alberto
Alberto Gaffuri. El mismo 2 de abril empezó a funcionar el correo. Nadie comentó, por ejemplo, que en los diez años anteriores a Malvinas, hubo argentinos trabajando, un montón de civiles. ¿Saben quién fue el que construyó la pista de emergencia en Río Grande? El que te habla. Yo era el único ingeniero en la isla. Nadie preguntó por qué fui convocado bajo bandera.
Yo voy a cumplir setenta y siete años. ¿Para qué fueron las cartas y cómo eran? Yo tengo cartas de un chico de seis años, te vas a dar cuenta por la letra, a lo sumo escribían un rengloncito, la banderita hecha por ellos que decía ¡Viva la Patria! De esa carta hasta gente de setenta años me escribió. El pibe mío, con un amigo de él, compañero del primario, lo conozco de chico a este también, se estuvieron moviendo para contactar a toda la gente que me escribió. Hicieron los llamados, y sólo contestó Cecilia y del Instituto Manoogian. No pude conseguir más, o la gente había fallecido o eran chicos de primaria y no tenían interés. Otros cambiaron la dirección o, simplemente, no los pudimos ubicar.
Pensá en la peluquería. Vos al peluquero le comentás cosas que en tu casa no hablás. Acá pasaba lo siguiente, yo a mi familia le enviaba cartas el día par, no por mi mentalidad de ingeniero, sino que era cuando se podía. Lunes, martes y miércoles la carta era a mi señora, y yo ponía día primero, día segundo, día tercero; y carta número 1 y así. Van a ver las cartas, están ahí. Letra muy chiquita porque no había papel, no había birome, no había donde escribir, no había luz. Les voy mostrando para que vean. El papel, cómo no había, era papel ultraliviano. Entonces ustedes van a ver cartas que yo escribo, cartas que yo recibo, todas escritas en buena letra, y ese papel. Eso los primeros días. Cuando empezó el baile, ahí nos despertamos y las bombas no son bombas de estruendo, en menos de medio segundo vos sentís un sonido y en la última vos sabes que te revienta ¿por qué revienta? Al explotar se expande todo para afuera, se genera un vacío y hace esto porque si hay cráter llena el vacío ¿Qué pasa con un cuerpo humano? Se está a determinada presión atmosférica, si a uno lo pinchan, se desinfla, y las bombas cuando explotan lanzan esquirlas. Yo hay en una, dos fotos, que no tendrá movimiento ni sonido, pero son de las pocas que me dejó Inteligencia… Ahí se ve. Dios mío, lo que fue esa guerra.
Las cartas sirvieron para eso, para que el soldado contara con alguien.
Yo a estas cartas les digo cartas ómnibus porque me las mandaron mis compañeros de vialidad nacional. Fueron de las pocas que llegaron. Yo tengo cartas con el logotipo oficial de Vialidad, el sello oficial del jefe de la repartición, todo manuscrito y ¿cómo terminan las cartas? Con un ¡Viva la Patria! Y uno, si tenía suerte, hablaba por radio pero no podía decir quién era ni dónde estaba.
Las realidades de lo que estábamos pasando allá no se contaban tampoco. Yo allá perdí más de doce kilos y tenía la comida al lado pero no la comía, ¿sabés por qué? Porque yo veía que los que venían del frente se morían de hambre. Me lo decían a mí que yo veía que la comida estaba acá y no la podíamos llevar. Y tuve muchos problemas con Inteligencia. En Malvinas éramos cuatro de Vialidad. Y yo era el único en toda la guerra que tenía más equipos que gente. Es que el militar dice: “bueno, a ver, ¿cuántos son? Por cada 30 hay un 12,7 ¿y que hago con esto? Llenar un avión, tengo una ametralladora, para algo de tierra servía. Entonces, en la carta, a veces ponía, realmente, la situación como estaba. Era decir: si me pasa algo, vos transmití a quien sea, contalo.
A veces sentía que era el único civil que no estaba en casa.
Tengo mi casco, mis borcegos, mi bolsa de dormir y mi colchoneta, de las que daba el Ejército y teóricamente eran muy buenas, eran inflables y a mí ya me la dieron pinchada. Y después estaba la ropa. Llevo mi valija con lo indispensable. Tengo mucha experiencia de campamento así que fui con lo indispensable. Cuando pasamos a buscar la ropa, había un tipo que pasaba los uniformes pero te daba un bulto cerrado con todo. Y después vos lo tenías que cambiar con otro para usar la ropa que te quedaba. Mi campera varias veces me salvó la vida, por eso no la presto. Ninguna foto mía es en una casa. Yo era el único que no dormía en casa, sino en una casa rodante. Les voy a mostrar la foto, en esa casa rodante llegamos a estar quince días. Un día la veo de noche y dijo: ¡A la mierda! Disculpen la expresión. Parecía un espejo porque era niquelada, más de tres metros de altura… Era un banco perfecto, como se dice. El problema que tienen esas casillas es que la puerta abre hacia afuera y a la noche se congela. Se volvía difícil abrir una puerta así. Para que vean el frío que hacía, al baño lo usamos de freezer. No había necesidad de poner hielo.
Le escribí a mi mujer un día, a mi padre al otro y después se intercambiaban. Yo casi todas las cartas las tengo. Las que se me perdieron fueron las últimas que deben haber quedado en el Irízar o en otro lado.
Una vez recibí una carta del Ministro de Obras Públicas de Córdoba que era conocido mío. Eso te da alegría, ¿no? Yo tuve trabajando en Vialidad hasta diecinueve soldados conmigo. El último se jubiló hace tres años, ese fue uno de los que hizo la voladura del puente Fitz Roy. Este muchacho fue valorado mucho por la compañía de Ingenieros, particularmente por el jefe, porque esa acción hizo que los ingleses tuvieran que dar un rodeo muy grande, se les atascó equipo y perdieron tiempo.
Otra de las cosas que hubo fue mucha camaradería. En principio, algunos eran muy milicos pero había gente –por el trato que hubo– que no sabías si era suboficial, soldado o lo que fuese. Todos trabajaban. Acá van a ver cómo estaba el edificio el primero de mayo, mirá la diferencia, ¿ven los agujeros en la pared? Eso hacían las esquirlas. ¿Con qué violencia salen las esquirlas? Primero salen las partes de la cáscara, lo de afuera. Después, dentro de la bomba venían como platos y en cada uno, unas bombas más pequeñas. Esto pega y le hace un quiebre exacto. Es una columna de hormigón. Eso es el daño que hace una munición.
Mi cámara la llevé a escondidas, porque estaba prohibido sacar fotos. Entonces, la ponía acá panza adentro y con la campera. Y todo el tiempo metiendo panza. Era una tortura.
¿Por qué dije que el peor enemigo estaba acá? Nosotros, los civiles veteranos, y pueden hablar con las veteranas que quedan; fuimos muy maltratados por Inteligencia, particularmente por el Destacamento de Inteligencia Número 9 de Comodoro Rivadavia. Cuando vos preguntás por ese Destacamento te van a decir que no existe. Yo tuve un problema de dos años de seguimiento y de marcado, no solo yo sino también mi secretaria y mi señora. Cada vez que me iba a trabajar, afuera estaban ellos. Trabajé mucho en la Patagonia como Director de Proyecto de Vialidad Nacional, y capaz que una y pico de la mañana llamaban a mi esposa para joderla. Después de eso, hablé con el Jefe de la Compañía. Le expliqué. Le pedí un poco de cordura. Automáticamente se detuvo todo.
Salí el 16 de junio de Malvinas, con el alto el fuego, no la rendición… Porque el BIM 5 continuó luchando hasta que se firmó el alto el fuego. Acá tienen una serie de fotos que les voy mostrando. Acá hay un bombazo de una bazooka nuestra. Mis fotos, unas trescientas, van de Moody Brook hasta el aeropuerto que es por donde yo me movía. La mitad de estas fotos son mías y la otra mitad del Sordo Galeano, un suboficial que era fotógrafo de la escuela y entonces hicimos esto. Debería haber más pero tanto a él, como a mí, nos sacaron el álbum. Yo perdí un álbum.
Nos poníamos un suéter de civil y dormíamos vestidos. Yo, desde el 10 de junio hasta que me fui, nunca más dormí. ¿Viste los tamborcitos de café? Bueno, el día que embarcamos, salimos el día 15 de abril a la madrugada. Y yo ya sabía que iba a tener que cuidar las fotos, los rollos.
Cogorno vale platino, Roberto Emilio, porque, no sé cuándo entró en Vialidad, pero en el año 72-73 fue a Malvinas a hacer una pista. La pista de Puerto Argentino la hizo Vialidad Nacional y me da bronca que los honores se los llevó la Fuerza Aérea. Yo les preguntaría qué es lo que hicieron porque ellos no tienen cuerpo de ingenieros. Él era el mejor técnico mecánico de suelos que tuvo Argentina. Falleció hace ya más de quince años. En el 72 él ya era veterano en Vialidad. Él y el maquinista tenían casi cincuenta años de servicio, yo no llegaba a treinta.
Malvinas siempre tuvo poca población. La única vez que llegó a las dos mil personas fue cuando se sumaron a los tres lugares: Malvinas, Grytviken y Leight, y la mayoría eran pescadores balleneros. Y en 1904 llegó a haber algo que se olvidó la Argentina y que siembra jurisprudencia, una agencia postal en Grytviken. Las agencias postales siembran soberanía.
Todas estas cartas fueron escritas en el mismo papel, se doblaban en tres, venían con aletas y se pegaban. Se escribía en letra muy chiquita. Ya desde el primero de mayo nos dimos cuenta de cómo era la situación. El bombardeo comenzaba a las nueve de la noche y seguía hasta las seis de la mañana del día siguiente. Más intenso que el bombardeo aéreo era el cañoneo naval. Tiraban de a dos barcos. Mientras ellos tiraban –si uno puede calcular la parabólica, se puede prever la curva que realizará la munición–, yo seguía trabajando en el campo. Dentro de los trabajos que hice, realicé muchas posiciones de artillería pero no saqué muchas fotos de eso.
Cuando salimos de las islas, salimos con los últimos doce funcionarios. Por ejemplo, con el director de ENCOTEL. Salimos en el Irízar y al fondo se veían las islas Malvinas. Entonces subimos los doce civiles, los dos de vialidad, cinco muchachos de Telam. Yo pensé que iba a quedar prisionero pero los ingleses tenían nombre y apellido de todos los civiles que estaban en la isla. Y me dejaron ir.
Los kelpers nos odiaban. La relación era pésima. Hay una diferencia entre el kelper adulto y el joven, porque el joven estaba estudiando en el continente. Es decir, no solo venían a estudiar sino que también venían a ver a tíos, abuelos, que estaban acá en el continente. Mucha gente en Santa Cruz, en Tierra del Fuego. Hubo un kelper que colaboró una vez con el correo porque si no, las cartas iban todas a Londres. También hubo otro que colaboró con la radio. Pero no, en general era una relación mala.
La turba yo ya la conocía de Tierra del Fuego. Y ninguno de los que fue allá tenía experiencia en turba, salvo los infantes. Llevamos vehículos de paseo. Yo era el tarado que pasaba y llevaba todo con el camión. Iba a media carga y en segunda. El Ejército se llevó dos camiones de chasis largo y doble eje Mercedes, bueno, no, eso no sirve. Si hasta los Unimog se encajaban. Decían que ni sabían a dónde estaban yendo, pensaban que iban a Santa Cruz. Los únicos que sabían a dónde estaban yendo eran los infantes de marina. Aparte pelearon. Les dieron un pesto a los ingleses… Todos pelearon bien, con coraje, con orgullo. Eso no hay que olvidarlo. No es que bueno, perdimos, chau, a otra cosa. No, señor. Se peleó y se perdió siempre con orgullo. Nunca de rodillas. Nunca. Por eso el veterano se enoja. Pero se peleó, fue una guerra donde los argentinos pelearon bien. Y eso lo saben todos, allá y acá. Y el que piense lo contrario se equivoca.
Habían hecho el campo minado y de casualidad no murió un caballo. Yo tenía un camión bárbaro, un Dodge 700, y vos ves las fotos del camión y pensás: “¿Este camión estuvo en Malvinas?” Era bárbaro, muy noble, un camión muy noble. Yo sueño con ese camión, muy gaucho. Era como si me entendiera. Yo pensaba una cosa y el camión… Bueno, servía para todo. Una vez había que llevar unas minas. Y no había nada para llevarlas. Y yo pensé: “Bueno, las apilamos en el camión, ¿qué va a pasar?” Las cargamos y las subimos. Una locura. ¡Una recontra locura! Llegaba a explotar una de esas minas, el cráter que quedaba iba a ser de mil metros.
Vamos a subir al Irízar. Yo tenía pocos rollos, más los de Telam, saqué el café, en el tarro de café, saqué el café y metí los rollos. Pusimos dos bolsas de nylon y arriba del poquito café que habíamos conseguido gracias a los de YPF. Entonces si abrían la tapa, había café. En el control no iban a tener una taza para decir “a ver, vuelque todo.” Así subimos todas las fotos, pasamos los rollos, pero cuando llegamos a Comodoro, nos meten en una habitación, yo como era el jefe, a los oficiales nos metían por separado, a los maquinistas mucho no les podían sacar, la verdad. Pero nos dicen que nos iban a tener ahí, que nos iban a hacer un interrogatorio. En Comodoro, sí, Inteligencia. El que diga que no existe el destacamento número 9 se equivoca. Vos pasás por ahí y no distinguís nada, es una casa, un chalet. Me empiezan a decir que no recordara nada, que no hablara, mejor que me callara, tenían todos mis datos, quienes eran mis hijos, donde vivía mi señora, te digo mirá cómo será el servicio tan grande de Inteligencia que tenían todo eso. Y uno terminaba la guerra así, apretado por sus propios oficiales. Muy desagradable eso. Pero no hay que confundir los tantos. Los que fueron saben quiénes fueron y quiénes se quedaron, quiénes jodieron la paciencia y quiénes tienen el orgullo de decir yo estuve, yo participé, yo di lo que tenía y un poco más. Eso fue Malvinas.
Alberto Gaffuri es ingeniero civil y fue jefe del equipo de Vialidad Nacional que trabajó en Malvinas durante el Conflicto del Atlántico Sur. Todas las fotos que ilustran esta entrevista le pertenecen.////MMIAS